Recibí las noticias de Solo Lujan en tu mail

LA HISTORIA DE LUJÁN

 

El peso de la tradición, o la versión histórica más aceptada afirma que el río lleva el nombre del capitán español que perdiera la vida en sus orillas, luego de la batalla que los conquistadores perdieran contra los indios querandíes, un 15 de junio de 1536, día en que se celebraba la festividad de Corpus Christi.

La historia cuenta que los indios poco esperaron para incendiar las naves y el caserío de los intrusos, y que entonces, unos 300 españoles salieron en son de escarmiento y en procura de víveres. Al toparse con los nativos, sufrieron una derrota que les ocasionó 38 bajas, entre las cuales se encontraba Diego de Mendoza y el Capitán Pedro de Luján. Durante el fragor de la batalla, el caballo de Pedro de Luján se espantó sin que éste pudiera sujetarlo por encontrarse mal herido; y llegando a la orilla derecha de un río que hoy lleva su nombre, el caballero español cayó ya sin vida, siendo sus huesos encontrados días después y su caballo pastando en las cercanías. Según algunos estudiosos, el combate debió librarse no muy lejos de donde 100 años más tarde se produciría la milagrosa detención de la Carreta de la Virgen, y el Capitán Luján, habría venido a Morir en los alrededores de un paraje llamado años más tarde El Árbol Solo. Desanimados por la bravura de los querandíes, los conquistadores abandonaron estas tierras.

En 1580, los conquistadores vuelven a la carga, esta vez a las órdenes de don Juan de Garay, nuestro río, el cual, a la llegada de Garay, ya era llamado con el nombre de Luján, y la zona aledaña que éste atravesaba, era denominada Valle de la Muerte, Valle de la Matanza, o Valle de Corpus Christi, por la batalla del 15 de junio de 1536; y dentro de esta zona estaba lo que se llamó El Árbol Solo, un solitario sauce.

Nada más que campo era este sitio cuando sucedió el Milagro de la Carreta en 1630. Nada más que la imponente soledad de la pampa, un sauce y un vado de tierra firme por donde atravesar el río, un simple punto geográfico llamado El Árbol Solo, en cuya zona, años más tarde nacía la ciudad de Luján.

Las raíces de esta Ciudad llegan de la mano de Don Antonio Farías de Sáa, portugués residente de Sumampa (hoy Santiago del Estero), quién quiso construir una capilla en su propiedad, para dedicársela a la Imagen de la Pura y Limpia concepción de la Santísima Virgen María. Para ello encargó entonces a un amigo de Pernambuco -Brasil- una imagen de María. Nunca se supo la razón, pero lo cierto fue que el paisano de Brasil, en lugar de una, le envió dos imágenes. Una conforme lo había solicitado Farías, era la de la Pura y Limpia Concepción de la Santísima Virgen María, y la otra era de la Madre de Dios con el niño Jesús en sus brazos, que fue la que realmente llegó a Sumampa, ya que la otra fue la protagonista del milagro fundador del culto a la Virgen de Luján.

El 21 de marzo de 1630 el navío San Andrés arribó al puerto de Buenos Aires transportando las dos sagradas imágenes, las que con el resto de las mercancías fueron decomisadas en la Aduana, en tanto que Andrea Juan -dueño del navío- y sus acompañantes fueron detenidos, posiblemente por contrabando, por tal motivo debió esperar un tiempo hasta que una caravana de carretas partiera con el mismo rumbo que él debía emprender y unirse a ellas, ya que tan largo viaje no podía ser realizado de otra manera.

De modo que, a principio de mayo comenzaron la marcha como un viaje más, ignorando que a pocas horas les aguardaba un hecho sobrenatural que inscribiría su nombre en los libros de historia y que daría origen a unos de los cultos más grandes de la fé a nivel mundial.

La lógica recomendaba tomar por el camino de -El Árbol Solo-, pero razones comerciales u otras hicieron que marcharan por otro. Fue así que, al anochecer del primer día, la caravana se detuvo frente al río de las Conchas, en un lugar llamado más tarde paso de Morales -hoy partido de Morón- y una vez reanudado el camino y vadeado el río, llegaron al atardecer del segundo día, a orillas del río Luján, haciendo noche en una propiedad que se conocía como la estancia de Rosendo.

La permanente amenaza que constituían los indios, sumada a otros peligros propios de estas desolaciones, hacían necesaria la presencia de jinetes armados que custodiaran la caravana a lo largo de todo el viaje, y fue de esta manera como llegaron a acampar toda la noche, formando una especie de fortín con las carretas, para protegerse entre sí, mientras los animales pastaban, bebían agua en el río y se reponían del cansancio de una larga jornada de trajín. Los viajeros, reunidos en torno a la fogata, conversarían, mientras la carne asaba.



Cuando las primeras luces del nuevo día comenzaron a asomar en el interminable horizonte de la primera quincena de mayo de 1630, los preparativos para reanudar la marcha estaban llevándose a cabo, cuando lo sobrenatural se hizo presente. Como amarrada a la tierra por una fuerza invisible, la carreta no se movía de su lugar, muy a pesar de que los robustos y pacientes bueyes emplearan todas sus fuerzas. No advertido del misterioso suceso, el carretero ató otras yuntas, a la vez que los troperos de la caravana iban rodeando la carreta, movidos por la curiosidad y con ánimo de ayudar.

Luego de mil inútiles tentativas, por consejo de los demás, el carretero bajó toda la carga al suelo, que no era mucha, y los bueyes lograron mover la carreta, con toda facilidad. El caso mantenía perplejos a todos los presentes, dado que con esa misma carga se había viajado normalmente los días anteriores. Se cargaron nuevamente los bultos, y la carreta volvió a quedar inmóvil. Los rudos y experimentados troperos estaban atónitos. 

Uno de ellos sugirió bajar a uno de los cajoncitos, pero los bueyes no pudieron avanzar; se propuso entonces, subir dicho cajón y bajar el otro, con lo cual, la carreta volvió a moverse con toda normalidad. Aquí fue cuando llegó la admiración a romper el silencio, a soltarse la lengua de todos en piadosos clamores y los ojos liquidarse en lágrimas de enternecimiento, levantando todos el grito y repitiendo a una voz: ¡Milagro! ¡Milagro! ¡Esto es obra de Dios!.

Pasado este primer momento, se apoderó de todos ellos la natural curiosidad de contemplar la prenda de tanto valor, que estaba encerrada en aquella arca. Se procedió a la apertura del cajón y todos fueron testigos de que el tesoro era imagen de la Purísima Concepción de la Virgen. Encantadora y hermosa se presentó a los ojos de todos los circunstantes la Sagrada Imagen de María Inmaculada.

Formaron, todos los asistentes una procesión sencilla y acompañaron así formados a la Santa Imagen. Llegados a la humilde morada de don Rosendo, y la depositaron en el aposento más decente para ella, y habiéndola colocado en el rústico trono que, en medio de sus cortos alcances, le improvisaron, de nuevo se postraron unánimes a rendirle homenaje.

La detención de la carreta había sucedido en la actual localidad de Villa Rosa, -partido de la actual ciudad de Pilar- ubicada sobre la ruta que une la ciudad de Pilar con la de Escobar. El Milagro comenzó a difundirse, al tiempo que los fieles iba llegándose hasta la estancia de don Rosendo. A tres años del portento, fue necesario construir una ermita junto a la casa que en principio había servido de improvisado oratorio; un modesto rancho de adobe y paja, una cruz en lo alto que lo distinguía en aquella dilatada soledad, fue la nueva morada de la Santa Imagen que estaba colocada en un nicho apoyado sobre un rústico altar.

Y así en aquella pequeña y humilde ermita, transcurrieron unos 40 años, durante los cuales, el primer y principal propagador del culto fue un esclavo de nombre Manuel que venía como una mercadería más en el cargamento donde vino acompañando a la Imagen desde Brasil. Desde el momento del Milagro, el Negro Manuel fue consagrado por completo al cuidado de la Santa Imagen, aseando el altar y no dejando que por causa alguna le faltase luz ardiente a su ama, reconociéndose él mismo como el verdadero y exclusivo esclavo de la Virgen. Atendiendo a los enfermos, enseñando el camino de Dios y consolando a los afligidos, eran las obras de misericordia en las que los peregrinos lo veían siempre ocupado.

Casi cuarenta años habían pasado desde aquella mañana de mayo de 1630 y el culto aún no había sido oficializado. La máxima jerarquía eclesiástica no se había expedido sobre el Milagro de la Carreta, siendo que los dueños eran clérigos de gran influencia, quienes creyeron librarse de un problema al vender la sagrada Imagen, a Doña Ana de Matos, quien destinó una habitación de su casa para el culto de María, siempre cerca del río, pero ahora en la cercanía de El Árbol Solo, en donde años más tarde florecería el caserío fundacional de lo que es hoy nuestra ciudad de nombradía internacional.

Doña Ana se presentó entonces ante el rector de la Catedral de Buenos Aires para adquirir los derechos sobre la Sagrada Imagen, Juan de Oramas -heredero universal de don Diego Rosendo-, no dudó en acceder al deseo de la dama mediante el pago de $200, la señora acudió presurosa a la desolada ermita, y se trajo consigo a la Santa Imagen, dejando allí al Negro Manuel. Una vieja tradición afirma que esa misma noche, la sagrada Imagen volvió por sus propios medios -traslocación- a la ermita de Rosendo, junto al Negro Manuel.

En consecuencia , al día siguiente, en la casa de Doña Ana agotaron todos los recursos buscándola sin éxito, hasta que un presentimiento los llevó hasta la vieja ermita, donde la hallaron junto a su fiel negro. Colmada de asombro, no comprendiendo del todo a aquella extraña situación, Ana de Matos dio la orden para que el traslado se efectuara nuevamente hacia su estancia, y volvió a colocar la efigie en el mismo lugar del día anterior; y para mayor tranquilidad, dispuso de una guardia especial en torno a la habitación, para que no se repitiera el extraño suceso, pero la Sagrada Imagen volvió a desaparecer, siendo hallada junto a su devoto esclavo, quien había quedado desolado en la abandonada estancia de Rosendo. Doña Ana, no se atrevió a efectuar un tercer traslado, sin antes exponer debidamente el misterioso problema ante el obispo Fray Cristóbal de Mancha y Velazco, y ante el Gobernador don José Martínez de Salazar. Luego de un exhaustivo y concienzudo examen de la singular situación, ambas autoridades coincidieron en la necesidad de tomar una imperiosa decisión: efectuar ellos mismos el traslado.

Conformándose a tal efecto una gran comitiva integrada por lo más representativo de Buenos Aires y una considerable cantidad de público que se unió a ella. Una vez en la estancia de Rosendo, el Obispo procedió a informarse minuciosamente de todo lo sucedido, inspeccionando el lugar, examinando uno a uno a todos los testigos de las misteriosas desapariciones, y luego de esto reconoció sí, la invisible intervención de la mano de Dios, antes de autorizar la histórica traslación. Fue así entonces que, la Sagrada Imagen fue levantada en andas y, en solemne procesión comenzó de a pie aquel traslado encabezado por un obispo y un gobernador, muy ancianos ya, y también iba entre el público un esclavo, el preferido de la Virgen, el Negro Manuel.

Según algunos dicho traslado debió efectuarse en los finales del año 1671, y que quizás en una fecha muy cercana al 8 de diciembre, como preparativo de una fiesta de la Pura y Limpia Concepción. Al arribar al rancho de Doña Ana de Matos, se celebraron solemnes misas y rezós al Santo Rosario, se cantaron las letanías y los himnos a María Inmaculada, durante tres días.

Finalmente, el Prelado dejó autorizado oficialmente el culto a la Pura y Limpia Concepción del Río Luján, quedando así, luego de 40 años del Milagro, canonizada la devoción de un pueblo y proclamado por siempre, el nombre de Nuestra Señora de Luján.
Ahora si, la imagen de María se quedaría para siempre en estos lugares. Vendría luego el oratorio junto a la casa de Doña Ana, y más tarde distintas capillas antecesoras de su octavo lugar de culto, la actual Basílica Nacional de Luján.

Una vez oficializado el culto, la afluencia de peregrinos fue creciendo, a pesar de que el pequeño oratorio no tenía clérigo estable, razón por la cual, los oficios religiosos no eran más que acontecimientos aislados. La siempre creciente ola de devotos, hizo pensar a Doña Ana de Matos en construir un lugar más propicio para albergar la Imagen de María. A título de donación perpetua, cedió entonces un predio para edificar una Capilla, más una cuadra a la redonda, para que allí se establecieran los primeros pobladores, más una porción de estancia al otro lado del río, que ayudara a solventar los gastos demandados por el culto. 

Con fecha 2 de octubre de 1682 quedó formalizada la donación, aunque en 1677 a cargo de Fray Juan de la Concepción, se habían comenzado a cavar los cimientos y estaba construido el horno de ladrillos necesario para la obra. Agrupándose junto a la capilla, dispuestos a hacer frente común a la indiada, los primeros lujanenses fueron dando forma al caserío fundacional, aunque en un principio más que pobladores estables, eran devotos que pasaban algunas noches en improvisadas chozas, dejaban sus súplicas y ruegos, y volvían a sus lugares de origen. Así nació nuestro pueblo humilde y silencioso, sin la llegada de un enviado del Rey para presidir la ceremonia de fundación, como era costumbre en aquellos lejanos años.

Y tal vez a eso se deba que, aunque la aldea hubiera nacido antes, en base a documentación puede confirmarse su existencia hacia 1740. Las paredes del Sagrado Recinto estaban a medio levantar y algunos materiales se hallaban acopiados para continuar con los trabajos, cuando el Fray Gabriel debió trasladarse a Chile, con lo que la obra quedó virtualmente paralizada.



Pero un nuevo y trascendental suceso vendría a dejar una profunda huella en esta historia, al aparecer en escena el primer Capellán de la Virgen. Se llamaba don Pedro de Montalbo, era licenciado y además clérigo presbítero. Radicado en Buenos Aires, se hallaba al borde de la muerte, cuando impulsado por su gran devoción por la Santísima Virgen, decidió realizar el penoso y largo viaje en un pesado carretón, hasta los mismos pies de la Sagrada Imagen de Luján. La tisis pulmonar que padecía, complicada con una severa afección cardiaca, una legua antes de llegar hasta el pequeño Oratorio junto a la casa de Doña Ana de Matos -hoy Dr. Muñiz junto al río- una crisis respiratoria terminó con su vida. Y en ese estado lo presentaron ante el Negro Manuel, quien de inmediato le frotó el pecho con el sebo de la lámpara que ardía sin cesar ante la Bendita Imagen, hasta que el moribundo volvió en sí. 

Mientras que esto sucedía, Manuel le hablaba de la confianza que debía tener en María, ya que ésta, lo quería para su primer Capellán. Le preparó además una infusión con abrojos y cardillos, más un poco de lodo que él solía recoger del vestidito de la Sagrada Imagen al regresar de aquellas misteriosas fugas nocturnas ya citadas.

Reestablecido, el licenciado prometió entonces cuidar a la santa Imagen hasta sus últimos días de vida. Y sin más, quedó libre de sus ahogos asmáticos y enteramente sano, a lo que todos los testigos, no dejaron de calificar como un nuevo Milagro. Cumplió el buen hombre con su promesa, ya que como Capellán, vivió y trabajó en Luján, hasta el día de su muerte. Al momento de llegar Montalbo a Luján, las paredes del proyectado Santuario se encontraban a medio levantar, y convencido de que la Virgen se merecía algo más grande que el pequeño oratorio en donde se encontraba, se dedicó empeñosamente a terminar la obra. Movió todas sus relaciones, inclusive obtuvo un importante respaldo económico del Gobernador de la Provincia, hasta que finalmente logró la inigualable satisfacción de inaugurar el nuevo Santuario al que se trasladó la imagen en solemne procesión, en 1685, posiblemente, el 8 de diciembre, pudiendo considerarse a este año, como al punto de partida de las tradicionales fiestas de los 8 de diciembre.



La fama del Santuario, llegó al Viejo Mundo y eran muchos los hombres de mar, que se encomendaban al patrocinio de tan Milagrosa Madre. Y muy pronto la nombradía de tan excelsa Señora, llegó a Roma, y fue el Papa Clemente XI quien concedió la primera indulgencia plenaria a la Capilla Pública de la Santísima Virgen María, llamada de Luján, situada en la campaña de Buenos Aires, en las Indias.

El Fundador del primer gran templo a María de Luján, falleció en 1701 y sus restos fueron sepultados en este Santuario; su fe religiosa y su celo por el culto a la Virgen, pasaron a la posteridad como modelo y ejemplo, su título de Primer Capellán de la Virgen, es con el cual la historia trata de rendir homenaje a la memoria del Licenciado Don Pedro de Montalbo.

Reseñas históricas por Jorge J. Cortbarría


Datos Censales
Fundación 2 de Octubre 1682 por Doña Ana de Matos y Don Pedro Montalbo
Población 106.273 habitantes (INDEC 2010)
Código Postal B6700CDV - Prefijo Tel. 02323
Intendente Oscar Luciani (UCR)
Sitio Web del Municipio www.lujan.gov.ar

Por Trimedia Contenidos

Estamos en Facebook

Visita nuestro sitio


Powered by Google Inc.
 
© Copyright 1996-2017 All Rights Reserved. Edición online propiedad de Trimedia Contenidos - Se permite la reproducción total o parcial citando la fuente.